Conóceme

Estudié veterinaria por vocación. Eso está claro. Pero cuando me preguntaban por qué quería serlo, más de uno quedaba sorprendido cuando les respondía:

Yo no estudié veterinaria solamente porque me gustan los animales o porque quiera curarlos. Yo estudié veterinaria para ayudar a las personas que tienen animales de compañía en la familia.
Sin darme cuenta, en realidad, tenía ya muy claro, antes de empezar a estudiar, a que me iba a dedicar en el futuro. Mi verdadero ikigai dentro de la veterinaria, este proyecto que tienes aquí.

Elena Alberti microscopio

AHORA TE CUENTO MI HISTORIA

Cuando en el 2005 dejé la universidad (UAB, Universidad Autónoma de Barcelona), como doctora en Veterinaria, no podía imaginar que vivir en Holanda más de cinco años y tener dos hijos, pudieran cambiar tanto mi vida.

Y si a eso le sumamos, larguísimas jornadas de urgencias, un año de rotación en el Hospital Universitario de animales de compañía de Utrecht y una persona que siempre está en constante aprendizaje, curiosa, alegre, muy responsable y honesta, esto resulta en un lío tremendo, que me ha costado unos años estructurarlo en mi marca personal. Ahora estoy colegia por el Colegio de Veterinarios de Barcelona y trabajo como freelance.

Aquí encontrarás mi pasión, en temas relacionados con la comunicación y formación veterinaria y con la citología.

La curiosidad es una de mis mayores virtudes y lo que me ha llevado a recorrer muchas curvas en “mi montaña” de la vida.

Naturalmente, esto ha traído dos consecuencias. La primera, que he tenido que vaciar mi mochila mental (y no ir muy cargada) para dar cabida a las cosas que encontraba por el camino. Y la otra, que esto me ha llevado su tiempo, claro.

Pero, a la vez, esta herramienta tan potente que es la curiosidad genuina, me ha permitido conocer lugares recónditos de la vida profesional y además, y para mi sorpresa pues fue del todo inesperado, también de mi personalidad.

Ser curiosa ha sido el motor para salir de mi zona de confort, apartar mis propias piedras del camino (no solo las demás piedras, ¡también la mías!) y llevarme a la superación personal, sin miedo o, mejor dicho, a pesar del miedo.

Tener una pasión en la vida te llena de propósito.

Focalizas tus acciones con un objetivo concreto.

Bueno, en mi caso, literalmente con cinco objetivos.

Mi historia detrás de mi pasión por la citología

Era el año 2007 y había cambiado de trabajo.

Ya no solo hacía guardias y urgencias nocturnas, como un búho, sino que trabajaba en un gran Hospital Clínico Veterinario (haciendo guardias, sí, pero también de día).Allí era la veterinaria número trece («The 13th Warrior «, jeje, una gran película, por cierto).

Pues allí me planté yo, aparentemente novata, pero con mucho potencial dentro de mi, en forma de semillita.

En seguida empecé a aplicar todos mis conocimientos de mi estancia en Utrecht (Hospital Académico para animales de compañía de la Universidad de Utrecht) el año anterior y la cosa dio un giro inesperado.

Limpié la mesa (literalmente) y desenterré de allí, no uno, sino dos microscopios. Me sentí como una paleontóloga que ha encontrado un fósil o un hallazgo histórico.

Y así fue, porque al ponerme en contacto con aquellos dos portentos de lentes y rueditas se produjo… bueno… que me quedé pegada a ellos y ya no hubo fuerza humana que me separara.

Aquello se convirtió en mi territorio y mi área de trabajo mayoritaria. Empecé a restaurar aquellas maravillas de la óptica y a perseguir a mis compañeros para obtener muestras para mirar al microscopio.

Mis primeras citologías.

En Utrecht, el curso anterior, había estado formándome con el profesor doctor Erik Teske y en un mediodía, podíamos llegar a ver, tranquilamente, más de 90 citologías.

Así que mi ansia con mis compañeros no era fácilmente aplacable, como os podéis figurar.
Pasamos, en un mes loco, de hacer unas 30 citologías por mes a más de 230. Una locura, lo se.

Pero yo era feliz.Me sentía realizada, con un propósito, contenta y útil. Todo junto.

Desde ese mismo año 2005-06, me dediqué a hacer visitas periódicas al departamento de citologías de Utrecht y sigo haciéndolas en la actualidad.

Forman parte de mi proceso de constante formación.

Con el tiempo, mis compañeros eran los que me «perseguían» a mi para que pinchara.
Me hice, por méritos propios, la responsable del departamento de medicina interna y diagnóstico de aquel hospital.

En el Hospital Académico para animales de companía de la Universidad de Utrecht.
Detrás del magnífico microscopio Olympus, antes de asistir a los «mediodías de interpretación citológica» intensivos. Un lujo y un placer.

El tema de la comunicación es el otro pilar fundamental de mi visión de vida. Me he centrado en la comunicación entre el propietario, el veterinario y el animal. Yo llamo a esta tríada «El Triángulo de las Bermudas«. Un lugar donde las comunicaciones son complicadas y donde fácilmente podemos desorientarnos. No hay que perder el norte.

Soltemos amarras y agarremos fuerte nuestra brújula, porque nos vamos a adentrar en este triángulo. Muchas veces no hay una fluida comunicación entre estos tres puntos, pero sobretodo entre el veterinario y el propietario.

¿Porqué pasa esto?
¿Cómo resolver este desasosiego geométrico?
Me explico.

Desde mi punto de vista, la situación esquinada de cada vértice del triangulo no favorece nada la fluidez comunicativa.
Si pudiéramos dejar de estar cada uno en su esquina «vertiginosa», solo viéndote a ti mismo, cayendo en el bucle de pensar en uno mismo una y otra vez y navegar a terreno más central y neutro, lo veríamos todo de otra manera, desde una posición más centrada y neutra.

Si supiéramos darle al tema un giro, pasarían varias cosas a la vez.

Por un lado, ya no estamos en un extremo sino centrados, en un espacio común, donde puede empezar a fluir la comunicación. Y por otro lado, al darle un giro al asunto, nuestro peligroso triángulo se ha convertido en un círculo, donde todos estamos incluidos.

¡Magia!

Como suele pasar con las cosas más trascendentales de la vida, a veces, vienen, sin más, por casualidad, por alguno de los destinos desconocidos del universo.

¡Maravilla!

El hecho es que, cuando estaba viviendo en Nijmegen (Holanda), encontré una formación que no había estudiado en mi carrera y que llamó mi atención. Supongo que, a parte del contenido, muy interesante y práctico, me llamó la atención la especial mujer que había detrás del título del curso.

La decisión de cursar aquella formación llamada «Assistent animal trainer» no solo abrió ante mi un mundo desconocido de educación de animales en positivo, sino que me trajo la amistad de Toinny Lukken. Era el año 2016.

Y aunque des del 2017 vivo en un pueblo cerca de Barcelona, seguimos hablando cada mes.

Una vez en Barcelona no tardé en empezar a darme cuenta de la potencia de aquellos conocimientos y empecé a aplicarlos y ver los resultados que ofrecía.

Esta es mi historia, una historia personal viva y en continuo aprendizaje. Siempre curiosa. Siempre abierta a cambios.
Quiero ofrecer a las personas y a sus animales toda las herramientas que he aprendido durante mi ascensión a «mi montaña» de la vida.

¡Adelante! Siéntete como en casa y totalmente libre para entrar donde te apetezca. ¡Eres bienvenida!

¡HABLEMOS!

YA SABES MI HISTORIA, ME ENCANTARÍA ESCUCHAR LA TUYA