Hoy 11 de febrero es el día de la mujer y la niña en la ciencia.

Esta iniciativa, promovida por la ONU el año 2015, dentro de la agenda del desarrollo sostenible, quiere poner de manifiesto la necesidad de equilibrar la participación de las mujeres y niñas en la ciencia, a través de visibilizar la labor de las mujeres en todos los organismos científicos, a través de actividades de educación y sensibilización pública.

Está claro que tanto en el sector de la ciencia, como en muchos otros, el papel de la mujer se ha borrado de la historia de forma persistente. Tanto es así, que somos incapaces de nombrar apenas algunas mujeres científicas, cuando sí que nos vienen a la memoria innumerables nombres de científicos. Este desequilibrio histórico, hace que las niñas, carezcan de referentes femeninos en la ciencia en los que puedan identificarse o verse reflejadas, para apuntar sus sueños y objetivos de futuro.

Es importante dar a conocer que la capacidad intelectual y de tener “éxito” en la vida, no van asociadas a ningún género, de manera que las niñas no se consideren menos capaces de brillar que los hombres.

Las mujeres que llegan a puestos de responsabilidad como investigadoras, sigue siendo bajo. Y es que el problema, en mi opinión, sigue siendo para las mujeres, el hecho de verse obligadas a sacrificar su maternidad por su vida profesional.

La sociedad actual sigue sin poner nada fácil para la mujer la conciliación del trabajo científico con la vida familiar. De manera que, aunque se empiece en la vida científica con los años de doctorado, pocas son las que perseveran en esta lucha de horas interminables de trabajo (muchas veces más entre papeles que entre laboratorios) codo a codo con sus compañeros hombres, a los cuales no les espera ningún bebé que amamantar en casa.

¿Cómo solucionar esto?

En las escuelas ya se empieza, despacito, a nombrar a mujeres como referentes en distintas disciplinas, incluidas la científica. Esto hace que, al menos las niñas, ya empiecen a ver mujeres en todos los ámbitos de la sociedad. El problema viene cuando las mujeres tienen hijos. Nos hemos equiparado a los hombres en muchas cosas, pero esta capacidad de ser madres, en la sociedad en la que vivimos, parece más una carga que una bendición.

La madre de niños jóvenes (y aquí me estoy refiriendo a menores de 7 años, por lo menos) tendría que tener unos horarios y exigencias diferentes que las de los hombres. Y esto no tendría que repercutir en su salario, sus horas cotizadas ni en su grado de implicación y responsabilidad.

Es un tema complejo, pero igual que defendemos las jubilaciones de los más mayores, tendríamos que defender, aun más, la labor de las madres que crían a sus hijos para ser unas personas empáticas y que respeten al prójimo y al planeta (que tanta falta le hace), ya que esto repercutirá en la sociedad misma y se evitarían muchos otros problemas.

Hoy reivindicamos el papel femenino en la ciencia, pero de nada sirve decirlo si no se facilita el poder estar de forma estable en este sector por parte de la sociedad, sobretodo cuando se tiene hijos. Mientras esto no cambie, las mujeres seguiremos viéndonos obligadas a tener que renunciar a una cosa o a otra o a tener que sacrificar los hijos por el trabajo o la vida profesional para poder criar una familia con valores, en una sociedad cada vez más exigente, digitalizada y hipócrita.

¡Adelante mujeres y niñas! ¡El mundo es de las valientes que plantan cara!

Todo está por hacer y todo es posible. No os desaniméis, porque formamos una tribu de mujeres y la sororidad entre nosotras, nos llevará lejos, despacio quizás, pero sin duda, tan lejos como nos lleven nuestros sueños.